La Madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, buscó constantemente su noble servicio, principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran con verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales(SC 122).
En la liturgia se usan otros objetos litúrgicos, como la cruz procesional, los candeleros, el cirio pascual, el incensario y la naveta, el lavabo, el acetre y el aspersorio...
La sencillez, la funcionalidad y el buen gusto deben estar siempre presentes en la elección y en el cuidado de todo objeto que, al entrar en el uso litúrgico, adquiere categoría de signo integrante de un gesto sacramental o de una acción sagrada.
En general, los objetos litúrgicos deben ser dignos, duraderos, adecuados al uso exclusivo a que se les destina y de tal calidad material y artística que manifiesten la importancia de la acción ritual.
Respecto a la forma de los vasos sagrados, corresponde al artista confeccionarlos, según el modo que mejor corresponda a las costumbres de cada región, siempre que cada vaso sea apto para el uso litúrgico a que se destina.
(Directorio litúrgico pastoral de España, n. 25. 28)